A.C.A.M.P.E
Es por la tierra y el agua compas, nada más.


Pasaron dos años, 2 meses y unos días desde aquel momento coincidieron nuestras coordenadas, bitácoras de vida, azares, en una calle, el 16 de diciembre de 2016.

“Indios” revueltos en armonía con “huincas” y con “paisanos”: aquello aterrorizó de tal manera a Él Perpetrador (Él Estado), que nada más al año siguiente asesinó a dos personas para volver a aplicar la consabida doctrina del terror entre la población, habiendo intentado matar primero a 6 que por obra de lo imponderable están vivos. Miedo: contagiar a los demás de eso que siente él, sino fuera incapaz de transmitirlo, para quizá librarse por un rato de una certeza inevitable: su propia muerte, o su inevitable transformación. La armonía connatural entre semejantes definitivos la puede aplazar un momento con su violencia, “espantarla”, pero es inevitable esa armonía en el camino defintivo, que es la coexistencia.


Es la mera coincidencia armónica simultanea de opuestos aparantemente no coincidentes: luego de la festimarcha espontánea del sábado 17 de diciembre, en la que ya despuntabamos miles en la calle, el 7 de enero fuimos el manos 10 mil a celebrar nuestra pluridiversidad alegre, y en pleno festival de la diversidad, marcharon quizá inéditamente al lado de la comunidad LBGTQI, Originarios, Paisanos, Campesinos, gentes de todas las edades y orígenes sociales: alegría plena, gratuita, espontánea, abundante y maravillante por las calles, y en las oficinas de Él miedo y desconcierto, en esos lugares donde se pronostica y se planifica y se escenifica la carestía, la angustia, la desazón, esos inventos del pensamiento y las emociones dispuestos para el control y explotación del otro, que llegaron a estos territorios en esta lengua invasora llamado castellano idioma hace menbos de 150 años, pero que no termina de encontrar asidero en estos territorios habitados milneariamente por personas de otras emociones y pensares, que han persistido y convivido de tal modo aquí, que siguen logrando incluso en esta lengua invasora, y en este territorio, que la confianza sea primero que la sospecha y al aparente opuesto no coincidente primero se le pregunta y saluda antes que se le acuse o juzgue.


Él Perpetrador vive de y para el conflicto violento. Físico, emocional y de pensamiento. No admite contradictores, la armonía es su amenaza, incertidumbre, su miedo, su angustia. Es como Ralph el
Demoledor , pero en versión trágica y sin reflexión. En aquel verano, debió observar impasible y con sufrimiento contenido cómo un grueso del pueblo daba su anuencia popular expresada en sendas marchas a ese grupo de vecinos que por casi tres meses pacífica y desordenada y colaborativamente se pusieron a discutir en plaza pública, pero sin violencia entre ellos, sin encontrar excusas para aplicar esa violencia que es su lenguaje y razón de existencia (Él no conoce otro comportamiento, ni quiere aprenderlo), cuando le cuestionan íntegralmente. Y entonces unos meses después, iracundo dispuesto a mostrar de qué es capaz, desbordó su lenguaje natural anulando la vida y expresión voluntaria de objeción de consciencia a su existencia de dos jóvenes, esos de los que a miles desde siempre no copian sus prédicas de obediencia ciega debida.


¿Cómo seguimos? Armonía: Él Perpetrador siempre va a estar, porque lo componen personas que creen en él. Docente y Policías. Empleados Municipales, Provinciales, Nacionales. En Institutos y Entidades descentralizadas. Hospitales, Universidades. Senados, Camaras, Concejos deliberantes, Embajadas, Empresas del Estado. Serán al menos cuantos, ¿4 o 5 millones? Además, fabrica esos papelítos “mágicos”, el dinero, que representa la posibilidad y sobre todo la imposibilidad de vivir con las únicas reglas para vivir en sociedad que él permite: las suyas, siempre patriarcas, heteronormadas, de la propiedad privada, el artículo 17 de la constitución política que le da forma al resto de nuestro constructo social, para que Él pueda controlar y recaudar, de una sóla manera hay que vivir: la que él dictamine. Y además, velan por su existencia, 700 partídos políticos: personas creyendo en esa idea, Él Perpetrador, Él Estado. Pugna permanente por el poder, que es sobre todo turnarse el manejo de las herramientas de control y recaudo, que son como están planteadas la educación y el comercio. Pugna que requiere al final siempre lo mismo para su obtención y aplicación: las violencias.


¿Cómo seguimos? En el ocaso de aquel verano inédito, en ese lugar donde intentamos hallarle respuesta a un cómo o qué, que quizá no supimos siquiera conceptualizar, en esa infancia de nosotros pueblos que hablamos lenguas imperiales y coloniales para descolonizarnos sin violentarnos, aquello resultó una pregunta persistente, cómo seguimos. Y para variar, quizá la respuesta está en el interior de la pregunta, responderla con lo evidente en aquel espacio y momento: PACÍFICO Y POPULAR POR EL AGUA Y LA TIERRA. Sin pugna ideológica, sin exclusión, sin violencia, sin condiciones.


Desde aquel momento, a cada uno le pasaron cosas dulces y amargas. Crecimos o decrecimos. El vaiven, el oscilar de la vida, movimiento connatural que ocurrió aquí y allá, abajo y arriba. En lo particular, habiendo nacido en un territorio humanamente arrasado, uno donde está en constante perfeccionamiento Él Perpetrador con sus violencias, y así también en conconstante transformación para existir en la interpelación sin violentarse quienes adhieren por la vida pacífica en clave del agua y la tierra, quienes no adhieren a él, opto por persistir en la supuesta utopía de creer y crear escenarios de armonía permanente en que quepan todes, empezando por Él, para preservar cuanta aguay tierra se pueda, impreganadas estas de las semillas originales de la concordia, la cooperación y el abrazo, que es connatural a la especie, no sólo la supuesta semilla violenta, competitiva, excluyente, que vende Él Perpetrador para asumirse indispensable en cualquier tiempo y territorio donde llega, mata y pone reglas, diciéndonos luego en libros, leyes y constituciones que sin Él todo es confusión, violencias, angustias. Él diciéndonos eso. Él.

¿Cuantos años necesitaron Mapuches, Tehuelches y Aonikens para romper el agua y la tierra de Patagonia? Cero: han vivido milenios aquí, sin romperla, y los descendientes de los sobrevivientes tuvieron que aprender a hacerlo, so pena de ser asesinados también si continuaban su manera de vivir a lo propio, si no asumían de manera obligada la forma vivir que llegó a la fuerza.

¿Cuanto hemos vivido aquí los que de manera premeditada por Él apenas sabemos lenguas foraneas a este territorio, y no aprendimos las de los que aportaron tierra y recursos y cultura para habitarlo? Esa cuenta puede parar aquí y ahora, ninguna condición previa tiene que definir el devenir, y así, a emprender juntos y alegres el camino para la coexistencia inevitablemente conjunta, entre todas las formas y maneras y orígenes de todos los seres vivos en este territorio, andando ahora con una variable independiente, divergir en todo si queremos, salvo en eso: componer juntos una cotidianidad que resguarde impóluta el agua y la tierra. Pudieron Mapuches, Tehuelches, Aonikens por sí mismos luego de milenios de estudios, conclusiones, de pensamientos y emociones acompasadas con el contexto, ¿y que no podamos nosotros los recién llegados hace menos de 150 años con la asesoría directa de esas naciones previas, y esa voluntaria manera que tenemos para vivir tranquilos y sin las violencias, angustias, carestías que en últimas empujaron a cada uno de nuestros ascendientes europeos llegados a este continente, y queremos superar?


Compañeros, compañeres, compañeras: quizo la vida que les conocidera en un ejercico inpédito de construccion espontánea colectiva horizontal automática de concertación, que luego se deshizo un domingo en alegria y armonía de la misma manera que un día nació, dejando de paso una plaza adornada como no estaba ante del paso de miles de perosnas por ella: se puede.

Vivir y usar sin romper: se puede.

Si se rompió componer y seguir: se puede.

Opuestos en pugnas sin violencias, Obama y Castro en La Habana: se puede.

Australia pide perdon a los originarios, y reconoce esa tierra en que se hizo el pais no es suya, en el Caso Mabo, y siguen coexistiendo: se puede.

El Primer Ministro de Canadá, o Presidente, antes de un evento en alguna Provincia, o el Gobernador de Cada una de ellas también, y los Intendentes, reconocen que ese lugar en que está tiene una ancestralidad previa a la existencia de Canadá, y presta sus respetos y agradece: se puede.

¿Y que no podamos con nuestros talentos y ganas de vivir tranquilos, en un esfuerzo propio y concertado por ejemplo hacer que el Quemquemtreum sea el que fue hace 100 años, y la tranquilidad y la buena onda sigan siendo los protagonistas de nustro territorio? “Si, nosotros podemos”, o “Yo si puedo”, como yanquis y cubanos en su baile armónico no violento mutuo danzaron hace unos años, en una campaña política exitosa que usó ese eslogan, y una campaña de alfabetización la otra.


Fuerte abrazo compas. Como esos que aprendimos o volvimos a dar en aquel verano, incluso y sobre todo a aquel no conocía o no había intimado, y que algunos tercos desistimos de creer no pueden ser como el hidrógeno y el oxígeno que aun siendo ambos gases una vez se juntan y abrazan crean esa eterna molécula que nunca más se soltará creando el líquido mágico: el agua eterna.


No hay ser vivo que no tome agua, que le constituye. No hay ser vivo que no coma tierra, que le constituye. Es por el agua y la tierra compas, nada más.


Que no quede Maitén, Bandurria o Ser Humano si participar: a cada cual el agua y tierra que por Ser Vivo le corresponde sin intermediaciones, condiciones o medidas que cualesquiera construcción socio/cultural pretenda restarle, y amenace su Ser Vivo. Como le aprendí a Argentinos/Paisanos, Gringos/Huincas, Mapuches/Originarios de estas tierras y aguas de este continente humano.


De ustedes alegremente y al servicio de este territorio,



A.C.A.M.P.E.